La crisis durante el año 2012
Si usted pensó que 2011 fue un año difícil para la economía mundial, 2012 será peor.
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Axel Kaiser
Si usted pensó que 2011 fue un año difícil para la economía mundial, 2012 será peor.
El euro se acercará aún más al abismo, la economía china se frenará considerablemente y Estados Unidos hará lo posible por ocultar lo evidente: que están en depresión.
Como hay elecciones, el gobierno de Obama disparará hasta la última bala para maquillar las cifras del PIB. Si éstas fueran correjidas por la inflación real, habría recesión en los últimos tres años. Piénselo estimado lector, ¿le hace sentido que haya habido recuperación económica y sin embargo no se haya creado ningún empleo en términos netos en los últimos años? Mientras el gobierno norteamericano siga drenando los recursos del sector privado para financiar su gasto, los impuestos no vuelvan a ser amigables a los inversionistas, la política monetaria no estimule el ahorro y la inversión en lugar del consumo y el endeudamiento y los políticos no eliminen la incertidumbre que han sembrado, no habrá recuperación.
En Europa lo peor también está por venir. La introducción del euro llevó a una convergencia de tasas que permitió a los países de la periferia endeudarse a un costo artificialmente bajo jamás antes visto. Históricamente, cada vez que algún país del sur de Europa aumentaba demasiado el gasto, el mercado inmediatamente lo forzaba al orden por la vía de mayores tasas de interés. En la última década este mecanismo de control de mercado fue sustituido por constructos inventados por los políticos. El resultado es el desastre actual.
Lo que está ocurriendo ahora en Europa es que el mercado ha vuelto a situar las tasas según los niveles de riesgo real de cada país. Es sano y lógico que los italianos o griegos paguen más que los alemanes por endeduarse. Esto frena el gasto excesivo a los primeros obligándolos a poner su casa en orden. Lamentablemente, la lucha del FMI y de los políticos del norte de Europa va en la dirección contraria. Esto es, intentar desactivar nuevamente la disciplina que imponen los mercados por la via de influir artificialmente en las tasas de interés. Para ello endeudan más a sus propios estados e instrumentalizan al Banco Central de modo de no tener que reconocer lo obvio: que el euro no es viable con los miembros actuales.
Fuera del insostenible estatismo benefactor, el problema más urgente tiene que ver con que, producto de la introducción del euro, países del sur de Europa experimentaron un boom inflacionario encareciéndose más de un 40% o 50%. Esta pérdida crónica de competitividad se refleja en gigantescos déficit comerciales, financiados a su vez con deuda. Resolver este problema dentro del euro implicaría niveles de austeridad que podría dejar a algunos reintroducir sus monedas nacionales. Salvo claro, que el Banco Central Europeo decida monetizar. Esto llevaría a la zona euro a una espiral inflacionaria cuyas consecuencias en el mediano plazo serían aun más catastróficas que la alternativa.